Es indiscutible que
la dolarización en Ecuador tiene un alto apoyo popular, pues esta tiene un importante impacto sobre la inflación y logra mantenerla controlada,
ya que es menos probable que pueda existir una sobre oferta de moneda dado que
la cantidad de circulante obedece en estricto rigor a lo que se produce en el
país.
Tener una
inflación baja sin duda que es algo deseable pero no es lo único deseable, generar
crecimiento económico también es deseable y aquello es más difícil en el
esquema de dolarización, sobre todo si no se tienen las condiciones necesarias
para ser parte de una Zona Monetaria Optima (ZMO). Este es el caso de la
dolarización ecuatoriana, una medida improvisada puesto que Ecuador no tenía a inicios del 2000,
ni tiene aún y probablemente nunca tenga, las condiciones necesarias para que
la dolarización sea una política adecuada desde el punto de vista teórico que
la economía proporciona.
En 1961 el premio
nobel Robert Mundell determino que para ser parte de una ZMO y beneficiarse de usar una
moneda común, deben de existir 4 condiciones indispensables: la primera, que
exista libre movilidad laboral dentro de la zona monetaria en mención; la
segunda, debe existir una amplia flexibilidad de precios especialmente sobre el
mercado laboral; la tercera, debe de existir un sistema que permita compartir
los riesgos dentro de zona en mención a través de una política fiscal conjunta;
por último, los ciclos económicos deben de ser coincidentes.
Como es notorio Ecuador no cumple con las cuatro condiciones antes mencionadas para sacar provecho de usar el dólar como moneda de circulación. De hecho algunas condiciones no dependen ni siquiera de los ecuatorianos, pues no hay forma por la cual Ecuador pudiese obligar a los Estados Unidos. a que sus recursos fiscales le sean compartidos o de que a un campesino ecuatoriano no le pidan visa para trabajar en territorio norteamericano si decide por su propia voluntad migrar.
Ahora, tal como
lo relata el libro “Dolarización a Medias” de Bernardo Acosta hay algo que si
se puede hacer para dar más oportunidad a que la dolarización ecuatoriana sobreviva
y genere crecimiento sin depender del alto precio del petróleo. Esto es flexibilizar
el mercado laboral como una medida estructural y decretar una reducción de
salarios como medida coyuntural ante un shock externo. Esto tal vez suene
extraño, pues van 15 años de dolarización y aparentemente esto nunca fue
relevante, pero lo cierto es que fue la excelente coyuntura externa: altos
precios del petróleo, remesas de migrantes y debilidad del mismo dólar; lo
que permitió que los salarios suban por decreto sin aparentemente afectar la sostenibilidad
de la economía.
Que suban los
salarios es algo deseable, el punto es que no pueden subir siempre por decreto
sino por un aumento de la productividad. Además, la fijación de un aumento
salarial no puede ser una política aislada del contexto externo y en esto la
política cambiaria juega un rol importante. Para ilustrarlo está el caso de la
vecina Colombia, en donde los gobiernos de turno año a año han decretado
aumentos salariales, sin embargo, dado por su esquema monetario de tipo de
cambio flexible, en contraposición a la dolarización ecuatoriana que es un tipo
de cambio fijo, la fluctuante cotización del peso respecto al dólar permitió que
los costos laborales en dólares de dicho país no siempre hayan ido al alza (ver
gráfico 1 línea azul), lo que lo convirtió en un país más competitivo por tener
un esquema de precios más flexibles que se acomoda automáticamente a las
circunstancias de su economía.
Aunque suene
cruel e injusto, si un país acorde a su nivel de productividad y sofisticación tecnológica
permite menores costos laborales para producir bienes similares que otro, el
país con el costo de mano de obra más bajo será el que obtenga la ventaja
exportadora y será el que obtenga mayor crecimiento. En el caso de Ecuador y
Colombia, ambos países producen bienes agrícolas (banano, flores, café, etc.) e
industria ligera (textiles y cuero, artículos de limpieza, comida procesada, etc.),
por lo cual sí Colombia deprecia su moneda y con esto abarata el costo de su
mano de obra obtiene una ventaja sobre Ecuador.
Como es notorio,
la dolarización -hoy- sí impone un marco regulatorio que genera dificultades
para el crecimiento del país, ya que por primera vez desde que esta se
implementó se puede hablar con toda seguridad de que Ecuador tiene salarios o
costos laborales sobrevaluados para el nivel de productividad de su economía,
siendo que la imposibilidad de devaluar el dólar presiona tendencialmente a la
alza el costo laboral.
Es así que si de
resguardar la dolarización se trata, es claro que lo que se debería de hacer
ante la caída del petróleo y la apreciación del dólar, es reducir coyunturalmente
los costos laborales para favorecer a los exportadores y productores nacionales
frente a los importadores, pues es claro que la dolarización impone rigidez en los
precios y en especial sobre los costos laborales que no se regulan acorde a la
coyuntura externa que vive el país. La antítesis al sistema de dolarización es el tipo de
cambio es flexible, que ante un shock externo, puede depreciare como ocurre en Perú, Chile o México, por
citar algunos ejemplos más de países con tipo de cambio flexible y que han
logrado tener una inflación controlada con base a una buena política monetaria,
en contraposición a la anulación o tercerización de la misma.
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