La austeridad fiscal se vendió a los ecuatorianos como una política “técnica” y “prudente”. Se instauró la idea de que reduciendo el gasto público se reducirá el coeficiente de deuda / PIB y las finanzas públicas serían sostenibles. Que esta, era una política necesaria debido a que: “el gobierno pasado habría superado el 40% del PIB (Producto Interno Bruto) en endeudamiento, violando la regla fiscal” (En un post anterior se determinó que aquello no es cierto). Más allá de si se pasó un determinado nivel de endeudamiento o no, como lo relata el nobel en economía Paul Krugman, “el viraje hacia la austeridad ha tenido efectos verdaderamente catastróficos” en distintas partes del mundo. Dichos efectos se miden en términos de menor bienestar para la población pero también en un mayor endeudamiento frente al PIB. Esto último se conoce como la paradoja de la deuda, que aplicada al caso de la política económica nos diría que los intentos de reducir la relación deuda/PIB congelando o reduciendo el gasto público pueden acabar, de hecho, incrementando la deuda como lo expone Paul de Grauwe, profesor de la London School of Economics (Ver imagen 1).
Imagen 1.
Ecuador vive la paradoja de la deuda. Al poco tiempo de asumir la presidencia Lenin Moreno señaló que “la mesa no estaba servida”. Que el endeudamiento era inmanejable y que se deben de hacer ajustes en las finanzas públicas. Dichos ajustes por supuesto vendrían por el lado del recorte del gasto, jamás por el aumento de ingresos para el Estado al que se lo tildó de obeso. El resultado de 3 años de tratar de reducir el gasto fiscal y debilitar el ingreso tributario, condujo a más conflictividad social, menor bienestar para la población puesto que la pobreza y la desigualdad aumentaron y a una mayor deuda en relación al PIB. Todo un fracaso económico, y todo esto antes de que el COVID afectará a la economía.